martes, 25 de marzo de 2008

Una Carta

Húmeda por el llanto y el rocío
y por la suave brisa sacudida
no lejos de mi pobre caserío
hallé una carta que juzgué perdida.

Bajo un dosel de dalias y rosas
aquella carta sin cesar temblaba
y al besar las áureas silenciosas
prisionera entre espinas se agitaba.

Alcé el papel, fijé la vista mía,
todas sus letras reconocí avaro
y he aquí, mi bien, lo que decía
de un alma de mujer despedida:

"Carlos del alma, el Cielo lo dispone,
desnuda la verdad he de decirte
que de la voluntad el deber pone,
y por última vez voy a escribirte:

Mi madre, el único ser que en este mundo
me quiere con el alma y con la vida
y cuyo amor grande y profundo
no tiene fin, ni cambio, ni medida
me dice que te olvide, que no debo
adorar por más tiempo lo que adoro
porque es razón, lo reconozco,
y sin embargo, al escribirte, lloro.

Ramón de Campoamor

11 comentarios:

Rubén Pedrero Rodríguez dijo...

Parece que le falta:

Tu no me quieres ya, me has olvidado,
fui sólo la ilusión que dura un día,
sólo una flor que el viento ha desojado,
cuando más arrogante se creía.

¿Qué valgo para ti?, si me quisieras
no ansiaras el amor de otras mujeres,
ni con excusas de mi lado huyeras,
ni vencieras mi amor con mis deberes.

Adiós, adiós, si del destino en brazos,
encuentras dicha, para mi imposible,
recuerda y piensa en los amantes lazos,
que destruye un deber ineludible,

Rompe mis cartas, mis testigos fieles,
de constantes promesas e ilusiones,
¿que le importa romper tristes papeles?,
¡a quien sabe romper los corazones!.

Anónimo dijo...

Yo te quiero olvidar pero no puedo por lograrlo al fin; me esfuerzo en vano. ¡ a mi propia pasión le tengo miedo! ¡ cuan débil ess el corazón humano!
Y la carta recuerdo por ti escrita, que más tarde guardé como un tesoro; y la primera misteriosa cita, Y aquel encnto del primer te adoro! recuerdo sí, cuando de amores loca, embriagados de dicha los sentidos, tu me acercaste a ti....bese tu boca, ....aún suena ese beso en mis oídos!....
¡Y la dorada trenza que de amores, dijiste ser la prenda más querida, y las humildes y marchitas flores que ofreciste guardar toda tu vida!...
Y pienso en los enojos pasajeros, quevida son de la amorosa historia, y en los celos amargos consejeros, que vuelven otra vez a mi memoria.

Anónimo dijo...

¡Mas!...¿A que recordar nuestro pasado? si nos separa al fin la suerte airada, quede tánto recuerdo sepultado y vive tú felíz, yo desgraciada!....
La carta misteriosa así decía, pues en el pliego aquel no terminaba; ¿aquella desgraciada quien sería? contemplando el papel me preguntaba.
¿ Quien puede adivinar? grande y profundo es el enigma de la historia aquella.
¡Hay tal misterio en el amor del mundo y tántas desgraciadas como ella!
De mi mente el recuerdo no se aparta y miro aquellas letras una a una, al repetir llorando aquella carta al dulce rayo de la blanca luna.
Tengo entendido queel autor es Juan de Dios Peza

Anónimo dijo...

Con la parte que ustedes publicaron, la parte que agregó Rubén Pedrero y la mía quedó completa...es una maravillosa poesía y vale la pena que la pongan completa.

Lola Domínguez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lola Domínguez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lola Domínguez dijo...

Pues no, no está completa. Falta esto: "sólo un favor te pido, si un día te ofrece un nuevo amor sus vaguedades no aumentes con sus ecos mi agonía, ni vengas a turbar mis soledades, prometeme ese favor si es que me quieres y el alma no me arranques a pedazos. No sabes lo que sufren las mujeres viendo su amor en los ajenos brazos". Ahora ya si.

Anónimo dijo...

¿ME PODRÍAN FACILITAR EL NOMBRE DEL AUTOR O DE LA AUTORA?
GRACIAS.

Anónimo dijo...

LA CARTA
Húmeda por el llanto y el rocío
y por el débil viento sacudida
no muy lejos de mi pobre caserío
hallé una carta que juzgué perdida.
Bajo el dosel de lirios y de rosas
la carta aquella sin cesar temblaba
y al besar las auroras silenciosas
prisionera entre espinas se agitaba.
Alcé el papel, fijé la vista mía
todas sus líneas recorriendo avaro
y he aquí, mi bien, lo que decía
un alma de mujer, espejo claro:
“¡Carlos, Carlos del alma mía!
El cielo lo dispone;
desnuda la verdad voy a decirte,
ya que a mi voluntad el deber se impone
y por última vez voy a escribirte.
Mi madre, el único ser que amo
en este mundo con el alma y con la vida
cuyo amor grande y profundo
no tiene fin, ni cambio, ni medida,
me dice que te olvide,
que no debo adorar por más tiempo
lo que tanto adoro
y aunque comprendo es verdad
lo apruebo y, sin embargo,
el escribirte lloro.
Ya no me quieres, ya me has olvidado,
fue tan solo una ilusión de un día,
una flor que el viento ha deshojado
cuando más arrogante se creía.
¿Qué valgo para ti? Si me quisieras,
no ansiarías el amor de otras mujeres
ni ahuyentaras mi amor con tus placeres.
¡Cuánto te quise!
Mas de mi lado con fe te arrojjas,
del corazón donde te alzara altares
y este llanto de amor que hoy me enoja
no es llanto de amor, es de pesares.
¡Adiós, adiós! Si del olvido en brazos
la dicha encuentras para mí imposible,
recuerda y piensa en los amantes brazos
que destruyó un amor ineludible.
Solo un favor te pido: si un día
me ofrece tu amor sus vaguedades,
no aumentes con sus ecos mi agonía,
ni vengas a turbar mis soledades.
Permíteme este favor si es que me quieres,
el alma no me arranques en pedazos,
tú no sabes lo que sufren las mujeres
viendo su amor en los ajenos brazos.
Rompe mis cartas, mis testigos fieles
de constantes promesas, de ilusiones.
¿Qué le importa romper tristes papeles
a quien sabe romper los corazones?
Yo recuerdo la carta por ti escrita,
que más tarde guardé como un tesoro
y aquella misteriosa cita
y aquel encanto del primer ¡te adoro!
Y cuando de amores loca,
embriagados de dicha los sentidos,
me acercaste a ti, besé tu boca
y aún resuena aquel beso en mis oídos.
Hoy recuerdo los enojos pasajeros
que vida son y del amor historia,
aquellos amargos consejeros
que renacen otra vez en mi memoria.
Y la dorada trenza que de amores
dijiste ser la prenda más querida
y aquellas rojas y marchitas flores
que juraste guardar toda tu vida.
Pero ¿a qué recordar nuestro pasado
si nos separa, al fin, la vida airada?
Queden tantos recuerdos sepultados
y vive tú feliz, yo desgraciada.”
¿Quién sería? ¿Quién lo puede saber?
Contemplando el papel me preguntaba:
hoy tantas estarán igual que aquella.
De mi mente el recuerdo no se aparta
Y al contemplar las letras una a una,
sollozaba a la luz de aquella carta
alumbrada por los rayos de la luna.

Así lo transcribió mi padre allá por los años 40 del siglo pasado. Debe de haber algún error pues no todos los versos son endecasílabos y supongo que deberían serlo. La atribución de entonces era a Espronceda. Pero no logro encontrar este poema entre su producción. Espero que alguien pueda aportar algo más de luz.
Pedro

Anónimo dijo...

¡Vaya! Ha habido suerte. He dado con el original del poema en endecasílabos de 1910 y con su autor. Se puede descargar en pdf en este enlace
http://bibliotecavirtual.malaga.es/es/consulta/busqueda_referencia.cmd?campo=idtitulo&idValor=15242
Pedro

Unknown dijo...

Muchas gracias por la información.